ZONA FRONTERIZA: Viajes clandestinos a la periferia

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redECAP
10 agosto 2010
ZONA FRONTERIZA: Viajes clandestinos a la periferia
por Rosemarie Milazo

Cuando el presidente internacional de Médicos sin fronteras aceptó el Premio Nobel de la paz en 1999, habló de la ayuda humanitaria que su grupo ofrece al mundo desbaratado. Como parte de su discurso de recibimiento dijo: “Cientos de miles de nuestros contemporáneos son obligados a abandonar sus tierras y familias en busca de trabajo, para educar a sus hijos y permanecer vivos. Hombres y mujeres arriesgan sus vidas para aventurarse en viajes clandestinos sólo para acabar en un infernal centro de detención de migración, o apenas sobreviviendo en la periferia de nuestro mundo supuestamente civilizado.”

Este verano, al trabajar con la organización socia de ECAP “No más muertes”, conocí a muchas personas que emprendían un viaje clandestino a la periferia.
 
Conocí más emigrantes deportados que el año pasado, quienes simplemente dicen darse por vencidos. Ya no pueden soportar más viajes clandestinos en el desierto, no más vidas atemorizadas en nuestra tierra de libertad.
 
El Departamento de Migración y Aduanas ha mostrado mayor diligencia en su búsqueda…apareciendo en las escuelas, en la misa de medio día de la iglesia católica, revisando pasajeros en autos y apareciendo en sitios de trabajo.
 
Un/a emigrante habló del número de agentes de seguridad interna (Homeland Security en inglés) por los que tuvo pasar antes de ver a un oficial de migración. “¿Quién está pagando todos estos salarios?” preguntó.
   
Otro/a habló sobre ver a una persona en el desierto, incierto sobre si dormía. Lo llamó “paisano, paisano”. Cuando no hubo respuesta, le tiró algunas piedras para despertarlo, pero aún no hubo movimiento. Tristemente continuó en su viaje clandestino, dejando atrás uno que falleció en el mismo intento.

Una joven mujer, lloraba desconsolada mientras nos contaba que había perdido a su esposo en el desierto. Sus pies estaban rotos y sangrando por espinas y ampollas. No podía mantener el paso y ella lo escuchó gritando “No me dejen.” El coyote no le permitió regresarse porque era muy peligroso atrasarse. Le aseguró que los demás le estaban ayudando. Cuando logró correr para atrás, vió que él no estaba con el grupo. Se entregó a la policía fronteriza y regresó a buscarlo. No apareció por ningún lado y se regresó a México sin él. Nos dijo que en sus sueños, ella oye su súplica: “no me dejen….”

Me pregunté sobre nuestro “mundo civilizado” al atravesar un puesto de la frontera, al ver un agente estadounidense apartar a un hombre. Lo dirigió a un cuarto cercano donde otro agente con guantes le acercaba, sus zapatos como volando en frente de otro joven esposado a una silla.
 
Toqué la periferia de nuestro mundo civilizado en la corte de Tucson (Arizona) durante el proceso judicial donde cinco días a la semana, 70 emigrantes son dirigidos, esposados de pies y manos, presumiblemente culpables antes de encontrarse inocentes.

¿Cuántas vidas más estamos colocando en la periferia?

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